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Maribel Hernández

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Deirdre Summerbell 3

Volver a dormir una noche completa después de quince años, recuperar el apetito o sentirse más jóvenes y fuertes son algunos de los beneficios que experimentan las mujeres ruandesas tras la práctica del yoga. La ONG Project Air lidera un proyecto pionero en el mundo que aporta bienestar físico y emocional a las víctimas de la violencia sexual en situaciones de conflicto.

“Cuando hago yoga me siento muy feliz. Los malos pensamientos se esfuman y mi apetito es bueno. Me siento equilibrada y tranquila, y vuelvo a sentir la alegría de estar junto a otras personas”. A simple vista, podrían parecer las palabras de un practicante de yoga en España o cualquier otro país occidental, donde esta disciplina milenaria goza de buena salud, sin embargo, es la voz de Seraphine, una mujer de Ruanda. En este rincón de África Central, desde hace un par de años, y para asombro de todos –incluso de la mismísima ONU-, la ONG norteamericana Project Air (Proyecto Aire) está cambiando las vidas de centenares de mujeres y niñas marcadas por el trauma y el estigma de la violencia sexual o el VIH. Todo ello gracias al yoga. Sí, el yoga.

En situaciones de conflicto armado, las mujeres y niñas constituyen uno de los grupos de población más vulnerables. Con el territorio de combate extendido hasta sus cuerpos, las violaciones sistemáticas se han convertido en una recurrente arma de guerra, tal y como denuncian reiteradamente organizaciones de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional o Human Rights Watch. En Ruanda, las cifras del horror alcanzaron cotas espeluznantes durante el genocidio de 1994. Se calcula que unas 800.000 personas perdieron la vida a consecuencia de las matanzas y, según las Naciones Unidas, entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas. Al trauma de la agresión sexual se unió, en muchos casos, el de un embarazo no deseado, el contagio del VIH o humillaciones de todo tipo. Una mujer de Kigali, la capital del país, explicaba así a Deirdre Summerbell, directora de Project Air, lo que supuso para ella ser violada. “Fue como si te mataran, incluso mejor que matarte porque éste es un tipo de muerte que no termina nunca. Ellos nos querían muertas, sí, pero también sabían que era peor dejarnos con el cuerpo vivo y matar nuestro espíritu en su lugar. Y eso es exactamente lo que hicieron”. Han pasado dieciséis años y todavía hoy, al conocer las historias de estas mujeres, uno no puede evitar preguntarse, ¿cómo es posible reponerse a semejante barbarie?

 

‘No, esto no es para nosotras’
En 2007, miembros de la ONG médica WE-ACTx comenzaron a pensar que tal vez no bastaba con ofrecer servicios de salud básicos. Hacían falta otro tipo de cuidados para paliar los devastadores efectos de la violencia sobre las mujeres y las niñas, especialmente sobre su estado psíquico y emocional. ¿Por qué no probar con el yoga para aliviar el trauma? En una entrevista a la CNN, Deirdre Summerbell, encargada de dirigir el primer proyecto piloto, reconocía que al principio sintió un poco de escepticismo, aunque al mismo tiempo una enorme curiosidad la impulsaba a intentarlo. Y se puso manos a la obra. Las mujeres de la cooperativa de costura de Ineza, en Kigali, fueron las primeras beneficiarias de Project Air. Los resultados no pudieron ser más esperanzadores.

“Fue como las típicas fotografías del antes-y-después. Al principio, en las primeras clases, las mujeres decían ‘no, esto no es para nosotras’ somos demasiado viejas, estamos demasiado enfermas’, pero luego fueron cediendo, empezaron a probar el yoga tímidamente y entonces fue como si algo dentro de ellas se removiera, algo empezó a cambiar”, cuenta Deirdre en una carta sobre la historia de Project Air que puede leerse en su página web. “Era algo que estaba pasando por debajo de su nivel de pensamiento, de su nivel de memoria, incluso por debajo del nivel de sensación consciente. Y cuando estalló, fue como si esas mujeres de nuevo pudieran volver a ser capaces de sentir, de amar la vida que había en ellas”.

Gracias a la rutina del yoga la salud de estas mujeres mejoró no solo físicamente, sintiéndose más jóvenes, flexibles y fuertes, sino psicológicamente. El yoga las ayudó a sobrellevar la depresión y los recuerdos más terribles. Ya no se sentían tan cansadas, recuperaron el apetito e incluso muchas consiguieron dormir toda una noche por primera vez en quince años con tan solo dos sesiones.

Reconocimiento de la ONU
Lo que había comenzado como un experimento de WE-ACTx se transformó, en 2009, en una ONG autónoma con una misión clara: llevar el yoga a zonas en conflicto y posconflicto para mejorar la salud de las mentes y los cuerpos de las más vulnerables. En el proceso, Project Air ha conseguido el respaldo de las Naciones Unidas que, en julio de 2009, reconocieron oficialmente la utilidad de esta iniciativa sin precedentes. “Es un ejemplo extraordinario de la aplicación del deporte como herramienta para el desarrollo y la construcción de la paz. Con la introducción del yoga como medio para aliviar y prevenir el trauma, Project Air ha dado un gran e innovador paso. Este enfoque único sobre el uso del Ashtanga yoga para la mejora física y psicológica merece un gran respeto. Es un ejemplo asombroso del impacto positivo que puede tener el deporte sobre las personas que sufren traumas posteriores a la exposición, en situaciones de conflicto, a los crímenes y abusos más inconcebibles”, destacaba el Consejero Especial de las Naciones Unidas para el Deporte por el Desarrollo y la Paz, Wilfried Lemke, en su mensaje oficial de apoyo a la ONG.

La ONG proyecta llevar el proyecto a otras zonas en conflicto del mundo como Colombia, Gaza o República Democrática del Congo.

Entre sus planes de futuro, Project Air se plantea llegar a otras zonas en conflicto como la República Democrática del Congo, Gaza, Afganistán o Colombia. Con la finalidad de solventar el principal obstáculo, la financiación, a finales del año pasado lanzaron la campaña “1 millón de dólares en 100 días” que ha logrado adhesiones tan importantes como la de Madonna, quien se ha confesado una auténtica entusiasta de la iniciativa, a la que ha calificado de “heroica”. La reina del Pop lo tiene claro: “el yoga ha tenido un impacto tan grande en mi vida que cuando supe de Project Air y del trabajo que están haciendo con mujeres y niños de Ruanda, cuyas vidas se han roto por el sida y el genocidio, tenía que apoyarlo. El uso del yoga para ayudar a tratar el trauma y a reconstruir las vidas y los cuerpos dañados es una idea maravillosa a la que por fin le ha llegado su hora”.

 

Nota: este artículo fue publicado originalmente en la revista Yoga Journal y en Canalsolidario.org

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