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Maribel Hernández

 / Uncategorized  / Del sueño al negocio del fútbol, ¿niños o bienes de consumo?
Primera parte de un reportaje sobre el negocio del fútbol. La cara oculta del tráfico y la venta de menores africanos cada vez más jóvenes a clubes europeos
El joven futbolista maliense Alassane Diakité llegó a Europa engañado. Su historia ha inspirado la película «Diamantes negros», de Miguel Alcantud
El cronista chileno Juan Pablo Meneses, autor de Niños Futbolistas, desgrana la contradicción del consumo de este deporte como entretenimiento

Alassane

“El fútbol en América Latina es, con todo, mucho más que dinero. Más que traspasos y managers y agentes y ventas y comisiones y niños transferidos y pasaportes falsos y robo entre clubes y robo entre representantes de futbolistas y pobres que se hacen millonarios y millonarios que compran pobres y ricos más ricos y pobres siempre pobres. Además y a pesar de lo anterior, se trata de una pasión, una descarga, una locura, una catarsis, un sueño, un grito, un gol, un gooool carajo, gooooool hijo de puta, goooooolazo y la concha de tu hermana”.

Juan Pablo Meneses, Niños Futbolistas (Blackie Books, 2013)

Alassane Diakité nació en Tabako, Malí. Le gustaba jugar al fútbol más que cualquier otra cosa en el mundo. Cuando su padre murió, él era todavía un niño. Se trasladó a casa de unos tíos, y estos le permitieron perseguir su sueño. Así entró en una escuela en Bamako, la capital del país. “Mi sueño era venir a Europa a jugar porque aquí se juega el fútbol más prestigioso del mundo, lo tenía muy claro”, explica por teléfono desde Madrid, donde reside ahora. Un contacto del presidente del club del que formaba parte le vendió el sueño: venir a Francia a jugar con el filial de un equipo grande, el Paris Saint Germain, el Olympique de Marsella…

¿Quién se atreve a decir que no? Su familia reunió los 3.000 euros que este supuesto agente pedía. Cuando llegó a París, con 16 años, pronto se dio cuenta de que todo era mentira. Hoy juega en el CD Canillas, un club modesto de Madrid. No se ha convertido en Eto’o ni Kanouté, como soñaba, pero sabe que en cierto sentido es afortunado. Los que llegan son una minoría. “Me considero un profesional y le agradezco al fútbol la vida que tengo”. Alassane sigue desprendiendo pasión por este deporte.

Mamadou Traoré también nació en Malí, hace 18 años. Antes de empezar a hablar, sentado en el sofá del bungalow donde viven algunos de sus compañeros en las categorías inferiores del Elche Club de Fútbol, con los que comparte comida y cena a diario, respira hondo y se queda pensativo. “Hace mucho tiempo que no pienso en esto, es muy difícil de explicar para mí”. Su padre era conductor de camión y tras sufrir un accidente en el que perdió una pierna envió a Mamadou a Bamako con un tío. Tenía unos 10 años y dejó de estudiar. Había que trabajar para ayudar a la familia.

Un amigo lo convenció para ir a Marruecos. Desde allí, a cambio de unos mil euros, podrían cruzar hasta Algeciras. Mamadou no menciona la patera en la que viajó, ni los dos compañeros que iban en ella y murieron durante el trayecto. Lo hace al final de la conversación, cuando de repente, cambia de idioma, y su memoria comienza a dejar salir esos recuerdos que todavía duelen en francés, como si volviera a verlos. El desierto, el mar, sus caras, la despedida, cuando se los tragó el Mediterráneo definitivamente.

Mamadou quería ser policía pero por carambolas de la vida pasó del Centro de Menores de Murcia a las filas del UCAM Murcia y de ahí al Elche C. F. Es un buen centrocampista. “A los niños que viven en mi país o en África les diría que se queden allí, que se busquen la vida, que no hagan lo que yo hice, que no vengan así, es muy duro”. Y se marcha silencioso. Es sábado por la tarde y juega cedido en el Alicante. En breve, este maliense se calzará las botas. Ahora ya se ha acostumbrado a ellas, la primera vez que saltó al césped en España le acabaría pidiendo a su entrenador permiso para jugar descalzo. En Mali jugaba al fútbol sin artificios. Pero parece que cada vez son menos los lugares en los que el fútbol es simplemente eso, fútbol.

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Juan Pablo Meneses quería escribir un libro. Y quería comprar un niño futbolista. “Periodismo cash” lo llama. “Lo que me interesaba no era tanto el deporte sino la idea del consumo de entretenimiento y el gran entretenimiento de nuestra sociedad es el fútbol. Había muchas cosas que me llamaban la atención de este mundo y quería entrar ahí. Eso es lo que permite el ‘periodismo cash’, al ir a comprar un jugador yo entro en el mercado como consumidor y entonces el mercado se me presenta de manera diferente para poder escribirlo”, cuenta a Desalambre este cronista chileno. En este ejercicio narrativo sobre la realidad que duró más de dos años, Meneses no ocultó en ningún momento su condición de escritor.

Precisamente este viernes se estrena en los cines la película Diamantes Negros, dirigida por Miguel Alcantud, un filme que acerca a la gran pantalla esa otra cara de este deporte de masas, pasiones y muchos ceros. La de los sueños rotos de numerosos niños y adolecentes que salen de sus lugares de origen con la ilusión dellegar. Se calcula que 20.000 niños africanos que alcanzaron Europa con esta promesa viven ahora en la calle. Algunos viajan engañados, con una falsa promesa, como Alassane, mientras que otros muchos, como ha comprobado y experimentado Juan Pablo Meneses, son directamente comprados a sus familias a cambio de una parte del pastel si al final el negocio resulta.

“Esto está pasando en Europa, no sólo en África o América Latina”, comenta Alassane, cuya historia ha inspirado la de uno de los protagonistas de Diamantes Negros. “Esto sucede también de Europa a Europa, niños de España hacia Francia o Alemania o al revés”, añade. En suma, “se trata al niño como una mercancía que se mueve a costa de su ilusión”, denuncia este joven de 22 años que ha iniciado una acción para exigir a la UEFA y a la Federación Española de Fútbol un código de conducta contra el tráfico de menores en el fútbol.

El fútbol se ha convertido en un gigantesco negocio que mueve miles de millones de euros al año, una compleja maquinaria que necesita constantemente nuevas materias primas, en este caso, personas. “Hoy el negocio de moda en el fútbol es comprar niños”, sostiene con rotundidad Meneses. ”Y la propia lógica del sistema trata de obtener el máximo beneficio con el menor coste, de ahí que cada vez los niños sean más pequeños”.

Por eso, como señala Chema Caballero, buen conocedor de ese continente que exporta diamantes negros, “la cuestión de los niños futbolistas hay que considerarla en el conjunto de cómo vemos y nos relacionamos con África. África es un lugar donde vamos a coger lo que necesitamos, ya sean diamantes, petróleo o jugadores de fútbol, y no nos importa tanto el cómo lo hacemos, lo importante somos nosotros”. Los nuestros. Los goles.

Parte II: Desentrañando el negocio, los claroscuros de la Liga de las Estrellas.

Publicado en eldiario.es el 29 de noviembre de 2013

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